Imagen de la Semana

Un bello gesto

Escrito por Eugenio de Quesada.

“Toma, chaval, esto es para ti”, me dijo Luis Alemany en 1978, en la Plaza Mayor de Madrid, a la salida de una de las primeras ediciones de la Feria Nacional del Sello. Me había entregado tres cartas en un sobre cerrado, para mi tan preciosas como preciadas, de la emisión Quinta de Goya de 1930. La fascinante belleza de los sellos de ‘La Maja Desnuda’ y los bellísimos grabados calcográficos de los ‘Caprichos’ destelleaban obliterados con los grandes pero elegantes matasellos especiales de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Apenas podía creerlo. “Tu sigue colaborando así en Sofima”, me dijo para justificar aquel extraordinario regalo. Adquiría así categoría el germen de mi aún incipiente colección, dedicada al estudio de esta denostada emisión especulativa.

La carta de Luis que más me impresionó fue un gran sobre sepia, franqueada con nueve sellos de la serie para correo aéreo, conocida como ‘Caprichos’, por ser los grabados que Sánchez-Toda realizó a partir de la serie de aguafuertes que Goya bautizara con este nombre. Tenía nueve sellos, aunque faltaban los valores altos, y ocho estampaciones del matasellos especial hexagonal para correo aéreo. ¡Qué más podía pedir!. Las estampaciones no eran muy limpias, pero la carta estaba dirigida a Rafael Zambrano, de quien después sabría por mi gran amigo Mario Mirman (con quien trabé amistad hace más de un cuarto de siglo en la Exfilna de Sevilla), que fue uno de los más antiguos y afamados filatelistas sevillanos.

Por alguna razón, aquella carta ejercía en mí una atracción irresistible. Algo que entraba en abierta contradicción con su evidente incongruencia: ¿Cómo pudo viajar en avión esta carta hasta el número 21 de la muy sevillana calle Alcázares, desde el Pabellón ‘Quinta de Goya’ de la Exposición Iberoamericana (ubicado en el edificio que hoy es el bar Citröen, justo en la entrada más transitada del Parque de Maria Luisa que da acceso al Pabellón de España de la Exposición de 1930, actualmente la Plaza de España de Sevilla)? Y, por si tal dislate fuera poco, fue franqueada para tan magro desplazamiento con una orgía postal de nueve valores multicolores y un monumental franqueo de 2 pesetas de la época. Pues, pese a todo, aquella pieza se convirtió en una de mis favoritas, desbrozando el camino de otras muchas, que culminarían 30 años después con el estudio sobre las falsificaciones de estos matasellos, realizado en este Ágora que nos acoge.

Luis, con quien coincidía en la Sociedad Filatélica de Madrid, todavía me había de dar muchas más agradables sorpresas, además del obsequio de la carta cuya imagen reproduzco, entre las que es de justicia destacar dos. La primera tuvo lugar cuando coincidimos, la víspera de la Exfilna de Murcia, a principios de los años 80, en el centro comercial murciano que servía de sede (y que Alemany considera "inspirado" en La Vaguada, centro comercial pionero en Madrid que él diseñó): “Nos vamos al cine”, me dijo, y de cabeza nos metimos a ver la primera película de Indiana Jones, mientras devorábamos palomitas de maiz. ¡Qué magnífica tarde pasamos!. Y la segunda, cuando estaba yo al cargo de las edición del catálogo y publicaciones de las 14 Exposiciones Filatélicas del Campeonato Mundial de Fútbol España 82. Un inoportuno duende de imprenta hizo desaparecer las dos últimas palabras de un titular, que quedó así: “La remodelación del estadio Santiago Bernabeu, obra del filatelista madrileño…”. Las dos últimas palabras eran, claro, “…Luis Alemany”. Cuando le comenté la errata al doctor arquitecto Alemany, me respondió el coleccionista y amigo Luis: “Eso no importa, Eugenio; tu sigue así”.

Hoy, 30 años más tarde, cuando el mascarón de proa del la Filatelia Española, acaba de ser elegido Campeón Mundial de la Filatelia, por la Federación Internacional de Filatelia (FIP), tras muchos años presidiendo la Sociedad Filatélica de Madrid (de la que me cabe el honor de ser vicepresidente bajo la presidencia de José Manuel Rodríguez), reuniendo el palmarés internacional más brillante de la Historia de nuestra Filatelia, no puedo dejar de rememorar aquel generoso empujón a un chaval de apenas 17 años, que nunca olvidará tan bello gesto.
 
Eugenio de Quesada

 

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